Cartucho está compuesto de relatos, es decir, de
cuentos que dicen lo necesario para dejar que el lector vaya urdiendo la trama
con los hombres del norte, donde se dan algunas reseñas, las mínimas pero las
necesarias. Por tal razón sus elipsis
son necesarias para dar mayor énfasis a sus relatos.
La
visión que entrega Campobello es que la historia escrita se puede olvidar, sin
embargo, no es una opción para los que viven el dolor de la vida en la muerte
de otros, la historia escrita no es más histórica que en Cartucho, el anonimato por excelencia en la obra, es sólo ejemplo
de hechos en letra oficial o lo histórico de la novela, porque sus
protagonistas quedaron en fotos con nombre, en documentos, o en batallas o
circunstancias que favorecieron su recuerdo a la delantera de otros.
El
discurso de Nellie en la narración es directo, aunque a veces deje de narrar y
se esconda en diálogos externos de sus personajes. La mayor parte de la obra
está narrada en tercera persona intercambiando anécdotas o reflexiones breves en
primera persona contadas por los protagonistas, que se descubren sin pudores y
sin timidez.
Cartucho es un paseo por la historia de una etapa de
la revolución en Chihuahua, con personajes conocidos y desconocidos, todos
hablando a la muerte, a la guerra, al dolor, a la alegría, al futuro. Todos
estos sucesos son a través de la mirada a veces fría, a veces ingenua de una
niña.
En Cartucho no se recrean las posiciones
políticas, Campobello presenta historias a partir de la memoria de una niña,
para revivir los momentos más impactantes de quienes participaron de ese
momento. El relato de la historia de Zafiro y Zequiel, sus amigos mayos, que
refiere a sus travesuras infantiles: “Yo los asustaba echándoles chorros de
agua con una jeringa, de esas con que se cura a los caballos. Me daba risa ver
cómo se le hacía el pelo cuando corrían” (Campobello, 64). En la narración se
hace referencia a la persecución y los disparos de guerra, mediante el uso de
elementos lúdicos, de forma de plasmar la convivencia de hechos que dañan la
psicología de la niña. No obstante, existe un cambio en el tono del texto al
momento de la muerte de los personajes. Nellie
dice: “quebré la jeringa” (Campobello, 64). La narradora comprende que no
importa el esfuerzo realizado para mantener la guerra dentro de la seguridad de
sus juegos, ya que finalmente, la realidad excederá su deseo. Por consiguiente,
la confusión con que cuenta la caída de sus muertos provoca un duro encuentro
psicológico, por lo que en el momento en que el lector toma conciencia de quién
está narrando las historias, se descubre un cuadro espeluznante de lo que debe
percibir y almacenar en su memoria esta pequeña narradora. Por ende, esta
condición le otorga al relato, de forma
incuestionable, rasgos de realismo en algunos casos y de recreación en otros,
fundiéndose en una sola realidad. Así, la inocencia triunfa una y otra vez por
sobre el discurso paternalista e impositivo, para dar paso a la verdad, o al
menos a su verdad. Un ejemplo se observa en El
muerto:
“Los
balazos habían empezado a las cuatro de la mañana, eran las diez… Nosotras,
ansiosas, queríamos ver caer a los hombres; nos imaginábamos la calle regada de
muertos. Los balazos seguían ya más sosegados… Buscamos y no había ni un solo
muerto, lo sentimos de veras; nos conformamos con ver que de la esquina todavía
salía algún balazo, y se veía de vez en cuando sacaban un sombrero en la punta
de un rifle” (Campobello, 76).
En Cartucho, se hace una clara
reivindicación de quien se desempeñará como el héroe en la novela, Francisco
Villa, el centauro del norte. Por lo tanto, lo que se hace es exponer la
violencia, evitando dividir la realidad en dos entidades morales irreconciliables,
de esos “bandidos” en las que en las voces de las personas que los admiraban,
que los odiaban, que los vieron morir o matar, que los alimentaron o los hicieron
sufrir y que los traicionaron. Asimismo, la intención es encontrar desde el
contexto de su infancia y de las historias de su madre, un escenario conciliador
entre los revolucionarios del norte y la violencia que se les atribuyó, sin
negar lo primero ni lo segundo.
En C,
el lenguaje es popular, lo cual se expresa en la descripción real-ficticia
alejada de los términos doctos. Es una narración rebelde, revolucionaria, sin
concesiones, para llegar a un relato clásico de literatura, alejada de la
historia oficial y críptica. Por tal razón, Campobello escribe la obra en forma
de relatos cortos y en un lenguaje simple, directo y coloquial, ya que se debe
presentar de acuerdo con la perspectiva de una niña. Asimismo, se puede
observar que las analepsis que realiza la voz narrativa, puede dar pie a pensar
que, si la memoria es frágil, los recuerdos pueden ser fácilmente manipulados;
es decir, recordar lo que se quiera traer a la memoria y cómo hacerlo, trasladando
diferentes acciones del pasado a la memoria del presente. Por lo tanto, el
hecho de que los capítulos no estén en un orden cronológico, podría corroborar
la hipótesis de la fragilidad de la memoria y de la reescritura de la diégesis.
Para
Nellie Campobello, el paradigma de lo heroico se cifra en Pancho Villa, el
general por excelencia, el más valiente de los revolucionarios mexicanos. Aun
cuando Villa perdió la guerra, se ganó un sitial muy importante dentro de la
historia de la literatura mexicana del periodo de la Revolución. Durante la
diégesis de la novela, que está contada en pequeños relatos, el narrador alude
a él con su nombre y apellido. Es el nombre de combate que cuenta la historia y
al mismo tiempo, puede encontrar a sus enemigos, los carrancistas. En el relato
que se titula La voz del general: “Metálica
y desparramada. Sus gritos fuertes, claros a veces parejos y vibrantes. Su voz se poda oír a gran distancia, sus
pulmones parecían de acero” (Campobello, 134). Hacia el final del cuento remata
con: “Los villistas eran un solo hombre.
La voz de Villa sabía unir a los pueblos. Un solo grito era bastante para formar su
caballeria” (Campobello, 135). La autora describe con la imagen la construcción
de un personaje fuerte, sin embargo, en los peores momentos de la vida del
guerrillero, cuando la mayor parte de sus hombres se han rendido, retirado o pasado
a las tropas carrancistas, sigue fuerte y se ejemplifica cuando dice: “Aquí
está Pancho Villa, acúsenme, pueden hacerlo, pues los juzgo hombres, los
concheños son hombres completos” (Campobello, 136).
En conclusión, Cartucho de Campobello, enfocada desde la perspectiva de unos ojos
infantiles, cuenta la violencia sin estigmatizaciones y presenta a los bandidos
dando paso a una lectura distinta de la que ya conocida en la historia. En
general, la novela de Campobello consta de relatos muy breves sobre los
combates en el norte de México, entre los años 1916 y 1920. El paisaje
geográfico consta de: Parral, la casa de la narradora, la calle del Rayo o las
calles circundantes que son el escenario de vida y muerte de los distintos
personajes que en ella la conforman. Todo esto restaura la referencialidad y se
inscriben los hechos en la “historia” de la lucha armada. La muerte y el teatro
de la guerra son los pilares en los que se sustenta la representación de los
combatientes y de la violencia bajo un efecto radical: la suspensión del
juicio.
Patricia Carrasco
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