En la
novela Los relámpagos de agosto de
Jorge Ibargüengoitia se caracteriza a los generales, encarnados en el
protagonista, como individuos necios, ambiciosos, incompetentes, incapaces de
introspección y hambrientos de poder, por lo tanto, las falsas memorias de José
Guadalupe Arroyo, son sólo una parodia. En la novela y a través del General
Arroyo, se critican las actitudes oportunistas, ambiciosas, desleales y
carentes del liderazgo positivo que causaron la desilusión de los mexicanos y
su falta de fe en los ideales revolucionarios.
Además de
los personajes inventados que aparecen en sus recuerdos, se utiliza la parodia
para burlarse de las admirables cualidades que Arroyo se atribuye y que parecen
ser verídicas, sin embargo, son poco genuinas al compararlas con los referentes
históricos.
La
narración, tal como se expresa en el prólogo, se manifiesta en las memorias de
un general revolucionario que cae en desgracia y es siempre presentado en
circunstancias cómicas. El tono del absurdo burlón se mantiene en la narración
de principio a fin, por consiguiente, se incorporan personajes y hechos de la
historia que se parodian y se mezclan con hechos ficticios, con un toque de autenticidad.
Los relámpagos de agosto, presenta a los personajes como hombres
siempre ávidos de satisfacer sus mezquinos intereses; es decir, corruptos.
El
general de división José Guadalupe Arroyo (Lupe para los compañeros
revolucionarios), quiere aclarar las calumnias que con muy “mala intención” difundieron
sus antiguos amigos Gordo Artajo, Germán Trenza y Vidal Sánchez. Al general
Lupe lo han acusado de traidor a la Patria, de violador de la Constitución, de
abuso de confianza, de homicida, de perjuro, de fraude, de pervertidor de
menores, de contrabandista, de trata de
blancas y de cristero. Pero como él mismo dice: “…esto no es más que pura
envidia de su refinada educación y de su carácter”. El general Arroyo comienza su discurso
diciendo:
A nadie
le importa en donde nací, ni quienes fueron mis padres, ni cuántos años
estudié, ni por qué razón me nombraron Secretario Particular de la Presidencia,
sin embargo, quiero dejar bien claro que no nací en un petate, como dice Artajo,
ni mi madre fue prostituta, como han insinuado algunos, ni es verdad que nunca
haya pisado una escuela, puesto que termine la Primaria hasta con elogios de
los maestros; en cuanto al puesto de Secretario Particular de la Presidencia de
la República, me lo ofrecieron en consideración de mis meritos personales,
entre los cuales se encuentran mi refinada educación que siempre causa
admiración y envidia, mi honradez a toda prueba, que en ocasiones llegó a
acarrearme dificultades con la Policía, mi inteligencia despierta, y sobre
todo, mi simpatía personal, que para muchas persona envidiosas resulta
insoportable (Ibargüengoitia, 11).
El
narrador se burla de la clase política en general y trata de desmentir lo que
probablemente es verdad respecto a su origen. Además, enuncia una serie de
virtudes que aluden a los políticos, en particular a aquellos que surgieron de
la revolución. Cuando alguien llega a ocupar un puesto, piensa que es por sus
méritos y en realidad es por relación de amistad con la alta jerarquía. Tal es
así que Arroyo se justifica diciendo que la Secretaría Particular de la Presidencia
se la ofrecieron por sus méritos. Sin embargo, luego continúa diciendo que:
“además, me debía dos favores. (…) cuando perdimos la batalla de Santa Fe, fue
por culpa suya, (…) me echaron a mí la culpa… El otro favor es un secreto, y me
lo llevaré a la tumba” (Ibargüengoitia, 13). En respuesta al ofrecimiento de la
Secretaría Particular de la Presidencia el general Lupe contesta: “…en este
puesto podré colaborar de una manera más efectiva para alcanzar los fines que
persigue la Revolución” (Ibargüengoitia, 12). Sin embargo, primero hay que
saber cuáles son los objetivos de la Revolución que el General Lupe desea para
su beneficio personal. De acuerdo a todo lo que se puede extraer del relato,
más que equívocos o acusaciones infundadas, lo que se devela es la corrupción
que existe al interior de las filas del ejército.
En Los relámpagos de agosto se parodian las
pocas verdades fiables establecidas por los caudillos en sus propias memorias,
por lo tanto, lo que se observa en esta novela es una reflexión sobre el rol cuestionable
que juegan los caudillos en la creación de una identidad nacional. Por ende, las
memorias ficticias tratan de las intrigas tramadas por el general Arroyo, para
asegurarse un futuro político y económico. Quien relata es el propio general
Arroyo, cuya memoria es invadida constantemente por la imaginación y el
ensueño, dado que cae en la tentación de creer en lo imaginario, acabando por
creer que sus inventos y mentiras son parte de la realidad.
En conclusión,
se puede decir que en Los relámpagos de agosto, se reúnen los aciertos
de muchos otros textos, en los cuales se reproducen a partir de una propuesta
temática y de un tratamiento original, las convenciones de género desde la
perspectiva de los años transcurridos, lo cual da pie a la actitud irónica. En
consecuencia, se someten a juicio los estereotipos de la historia nacional y la
novela histórica, mediante el desafío a los clisés convencionales.
Patricia Carrasco
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