martes, 10 de septiembre de 2013

La ambición de los personajes en "Los relámpagos de agosto" de Jorge Ibargüengoitia



En la novela Los relámpagos de agosto de Jorge Ibargüengoitia se caracteriza a los generales, encarnados en el protagonista, como individuos necios, ambiciosos, incompetentes, incapaces de introspección y hambrientos de poder, por lo tanto, las falsas memorias de José Guadalupe Arroyo, son sólo una parodia. En la novela y a través del General Arroyo, se critican las actitudes oportunistas, ambiciosas, desleales y carentes del liderazgo positivo que causaron la desilusión de los mexicanos y su falta de fe en los ideales revolucionarios.
Además de los personajes inventados que aparecen en sus recuerdos, se utiliza la parodia para burlarse de las admirables cualidades que Arroyo se atribuye y que parecen ser verídicas, sin embargo, son poco genuinas al compararlas con los referentes históricos.
La narración, tal como se expresa en el prólogo, se manifiesta en las memorias de un general revolucionario que cae en desgracia y es siempre presentado en circunstancias cómicas. El tono del absurdo burlón se mantiene en la narración de principio a fin, por consiguiente, se incorporan personajes y hechos de la historia que se parodian y se mezclan con hechos ficticios,  con un toque de autenticidad.
Los relámpagos de agosto, presenta a los personajes como hombres siempre ávidos de satisfacer sus mezquinos intereses; es decir, corruptos.
El general de división José Guadalupe Arroyo (Lupe para los compañeros revolucionarios), quiere aclarar las calumnias que con muy “mala intención” difundieron sus antiguos amigos Gordo Artajo, Germán Trenza y Vidal Sánchez. Al general Lupe lo han acusado de traidor a la Patria, de violador de la Constitución, de abuso de confianza, de homicida, de perjuro, de fraude, de pervertidor de menores, de contrabandista, de trata  de blancas y de cristero. Pero como él mismo dice: “…esto no es más que pura envidia de su refinada educación y de su carácter”.  El general Arroyo comienza su discurso diciendo:
A nadie le importa en donde nací, ni quienes fueron mis padres, ni cuántos años estudié, ni por qué razón me nombraron Secretario Particular de la Presidencia, sin embargo, quiero dejar bien claro que no nací en un petate, como dice Artajo, ni mi madre fue prostituta, como han insinuado algunos, ni es verdad que nunca haya pisado una escuela, puesto que termine la Primaria hasta con elogios de los maestros; en cuanto al puesto de Secretario Particular de la Presidencia de la República, me lo ofrecieron en consideración de mis meritos personales, entre los cuales se encuentran mi refinada educación que siempre causa admiración y envidia, mi honradez a toda prueba, que en ocasiones llegó a acarrearme dificultades con la Policía, mi inteligencia despierta, y sobre todo, mi simpatía personal, que para muchas persona envidiosas resulta insoportable (Ibargüengoitia, 11).
El narrador se burla de la clase política en general y trata de desmentir lo que probablemente es verdad respecto a su origen. Además, enuncia una serie de virtudes que aluden a los políticos, en particular a aquellos que surgieron de la revolución. Cuando alguien llega a ocupar un puesto, piensa que es por sus méritos y en realidad es por relación de amistad con la alta jerarquía. Tal es así que Arroyo se justifica diciendo que la Secretaría Particular de la Presidencia se la ofrecieron por sus méritos. Sin embargo, luego continúa diciendo que: “además, me debía dos favores. (…) cuando perdimos la batalla de Santa Fe, fue por culpa suya, (…) me echaron a mí la culpa… El otro favor es un secreto, y me lo llevaré a la tumba” (Ibargüengoitia, 13). En respuesta al ofrecimiento de la Secretaría Particular de la Presidencia el general Lupe contesta: “…en este puesto podré colaborar de una manera más efectiva para alcanzar los fines que persigue la Revolución” (Ibargüengoitia, 12). Sin embargo, primero hay que saber cuáles son los objetivos de la Revolución que el General Lupe desea para su beneficio personal. De acuerdo a todo lo que se puede extraer del relato, más que equívocos o acusaciones infundadas, lo que se devela es la corrupción que existe al interior de las filas del ejército.
En Los relámpagos de agosto se parodian las pocas verdades fiables establecidas por los caudillos en sus propias memorias, por lo tanto, lo que se observa en esta novela es una reflexión sobre el rol cuestionable que juegan los caudillos en la creación de una identidad nacional. Por ende, las memorias ficticias tratan de las intrigas tramadas por el general Arroyo, para asegurarse un futuro político y económico. Quien relata es el propio general Arroyo, cuya memoria es invadida constantemente por la imaginación y el ensueño, dado que cae en la tentación de creer en lo imaginario, acabando por creer que sus inventos y mentiras son parte de la realidad.
En conclusión, se puede decir que en Los relámpagos de agosto, se reúnen los aciertos de muchos otros textos, en los cuales se reproducen a partir de una propuesta temática y de un tratamiento original, las convenciones de género desde la perspectiva de los años transcurridos, lo cual da pie a la actitud irónica. En consecuencia, se someten a juicio los estereotipos de la historia nacional y la novela histórica, mediante el desafío a los clisés convencionales. 

Patricia Carrasco

No hay comentarios.:

Publicar un comentario