sábado, 31 de agosto de 2013

Papadzules




En México, la gastronomía Yucateca es una de las más deliciosas. Dentro de la variedad de los platillos encontramos los exquisitos papadzules.

Es un platillo con cientos de años de antigüedad en esta región, un antojito típico de la península de Yucatán. Se consideran como un platillo indígena debido a los ingredientes que se utilizan en su elaboración.

Su nombre tiene origen en la lengua Maya y distintos significados se les han adjudicado.
Por una parte puede ser "alimento del amo" del maya "papa" alimento, y "dzul", amo o caballero no perteneciente a la clase popular o bien del "papak" embarrar, y "zul", remojar. ¡Tu escoge el que más te gusté!

La elaboración de este platillo es muy sencilla (dependiendo de los dotes culinarios de cada quien), ya que consiste de tortillas de maíz cubiertas en salsa de semillas de calabaza, huevo cocido y una salsa de jitomate con chile habanero y cebolla.

A continuación la receta.

Ingredientes:

6 Jiomates.
1 Chile habanero.
1/2 Cebolla picada finamente.
1 Ramita de epazote.
1/4 Kilogramo de semilla de calabaza pelada y tostada.
24 Tortillas de maíz
3 Huevos cocidos
4 Cucharadas de aceite de maíz.
Sal y pimienta cantidad necesaria.

Preparación:

Cuece en una olla en un litro de agua con los jitomates, el Chile habanero y la rama de epazote. Escurre el agua y reserva.

En la licuadora muele los jitomates, el chiles habanero y la ramita de epazote con un poco de agua de cocción y reserva.

En una cacerola vierte dos cucharadas de aceite de maíz, acitrona la cebolla y vierte la salsa de jitomate, deja que reduzca, agrega sal y pimienta al gusto y reserva.

Muele la semilla de calabaza con medio litro de agua de la cocción en la licuadora. Vierte la mezcla en un recipiente hondo y si es necesario agrega más agua de la cocción hasta que obtengas una crema espesa .

En una cacerola fríe las tortillas a fuego alto, elimina el exceso de aceite.

Para servir:

Rellena las tortillas con huevo cocido y enrollalas como tacos, acomodados en un Platón y baña con la crema de semillas de calabaza y después con la salsa de jitomate.

Sirve con rodajas de cebolla morada y ramitas de epazote. Recuerda que primero se come por los ojos!


Manu

Fotografía: viajavolaris.com

viernes, 30 de agosto de 2013

La riqueza de mi tierra.




¿Alguna vez se han encontrado extrañando cosas, gente, comida? Bueno, yo lo hago. Con frecuencia. Tal vez es porque años atrás me alejé del lugar que conocí como “hogar” durante mi niñez. Mi espíritu errante me ha llevado de México a los Estados Unidos y recientemente me trajo a Canadá; lo que significa que mi familia, recuerdos y amigos están distantes.


Nací en el estado fronterizo de Coahuila. Éste estado no es tan conocido por atracciones turísticas, tiene pocas, pero las tiene. Coahuila cuenta por ejemplo con las playitas localizadas en Cuatro Ciénegas, donde se esconden playas con especies endémicas entre los kilómetros de arena blanca en medio del desierto. Los viñedos de Parras de la Fuente, que recientemente atraen más y más turistas. En Boquillas, Coahuila se localizan las áreas protegidas de Maderas del Carmen, Ocampo y Cañón de Santa Elena. Y lugar que pronto dará paso a un nuevo puerto de entrada entre Coahuila y los Estados Unidos.


México en sí esconde una riqueza enorme de lugares y atracciones turísticas. Es conocido por sus playas, antiguas ciudades indígenas, ciudades que todavía guardan el espíritu de independencia y el espíritu revolucionario que aun posee no solo el país pero su gente también.

Al sur de México, en la península de Yucatán todavía se encuentran indígenas Maya quienes son fieles a sus tradiciones y orígenes. En el otro extremo de la republica, en el estado de Chihuahua, encontramos a los indígenas que habitan la sierra Tarahumara y aquellos Tarahumaras que bajan de la sierra para vender productos. Éste último estado, Chihuahua, todavía le guarda gran respeto al personaje revolucionario Doroteo Aranda, mejor conocido por su seudónimo, Pancho Villa. Siendo que estos dos estados fronterizos del norte de México, Chihuahua y Coahuila, son considerados cuna de la Revolución Mexicana.

Al centro de la republica, ciudades rehúsan el cambio y la modernización, su gente resguarda todavía el espíritu que movió a aquellos héroes que nos dieron patria. Estados como Guanajuato, Zacatecas, San Luis Potosí todavía conservan con orgullo aquellos edificios coloniales construidos durante la colonización de la Nueva España.

Guanajuato por ejemplo mantiene casi intacta la  Alhondiga de Granaditas, la cual albergo en cada esquina una de las cabezas de los principales promotores de la independencia. Se conserva la casa de la corregidora, el palacio legislativo, el monumento al Pípila. Todos monumentos que guardan testimonio propio del movimiento de independencia que termino con el domino español sobre aquellos territorios que conformaron la Nueva España. Dicho movimiento comenzó con “El grito de Dolores” en 1810.


Este estado también es cede cada año del Festival Cervantino. Los orígenes del festival se remontan al siglo veinte y las obras del reconocido Miguel de Cervantes se preforman en las plazas. Otro aspecto importante de Guanajuato son las Estudiantinas, éstas se conforman de estudiantes de todas las edades y una de sus características principales es que se forma por instrumentos de plectro. Los estudiantes y un grupo de personas proceden a recorrer los tradicionales callejones de la ciudad cantando canciones típicas como “Caminos de Guanajuato”

Ahh y algo importantísimo para comentar, claro está, las momias de Guanajuato. No podía dejar de hacer mención. En México en los cementerios se requiere la compra y los derechos de la propiedad en la cual el cuerpo debe ser sepultado. Según la página principal del museo de las momias en 1865 se extrajo el primer cuerpo momificado del cementerio Santa Paula debido a la falta de registros de propiedad, con el paso del tiempo se han encontrado más cuerpos con las mismas propiedades, mismas que se adjudican a las propiedades del suelo en que yacen. El sitio web registra más de cien momias que forman parte del patrimonio de Guanajuato.


Las playas mexicanas, Cancún y Cabo San Lucas todavía son mayor punto de atracción turística para muchos extranjeros durante el conocido “Spring Break” o durante los meses más fríos en Norte América. La minería y la agricultura siguen siendo el impulso de trabajo para muchos mexicanos. La gente mexicana esta acostumbrada a trabajar duro, a largas jornadas laborales bajo el sol o durante el invierno.


En el sur de Mexico encontramos las ruinas Maya en el estado de Yucatán, el palacio de Kukulcán rodeado de otros monumentos como el templo de los guerreros, las monjas, las mil columnas, el caracol o observatorio, entre otros. La Riviera Maya se extiende por el estado de Quitana Roo, Chiapas, Guatemala y Honduras. Cada una guarda con celo los secretos, rituales, e historias de la conocida y reconocida cultura Maya.

Y la comida. Ohh la comida mexicana. Definitivamente uno de los aspectos que extraño más estando tan lejos de mi tierra. Los sabores, colores, olores. La diferencia de especias y comidas de estado a estado; el sabor picante de la comida que no se iguala aunque se quiera imitar en países extranjeros. Verdaderamente se necesita un nativo mexicano para igualar el toque y el sazón mexicano.


No hay suficiente espacio para describir la riqueza de México.  Para dar comienzo al mes de la hispanidad, les dejo aquí este ensayo. Si quieren compartir comentarios, experiencias y recetas háganlo con confianza, pero por favor tengan piedad de mi cuando compartan recetas. Finalmente, por favor marquen México en sus listas de lugares por visitar.


MG

Tiempo Noticia Digital, http://tiempo.com.mx/_notas/c1286593, August 29, 2013
Museo de las momias de Guanajuato, http://www.momiasdeguanajuato.gob.mx/index.html, August 29, 2013




domingo, 25 de agosto de 2013

Realidad y alucinación frente a la muerte trágica en "El hijo" de Horacio Quiroga



Importante destacar en el cuento El hijo de Horacio Quiroga es el tema  del accidente fortuito que produce la fractura de la vida, los símbolos referidos en el cuento, la magnificencia de la importancia del hijo para el padre, la predicción del trágico final y el uso de las distintas variantes de "alucinación" que prefiguran el final del cuento, así como las constantes reticencias del narrador, que habrán de terminar en una mucho mayor, cuya marca textual es exagerada, para acentuar el efecto. Según A. Philonenko, el pensamiento pesimista, irracionalista, desesperado, filosófico del absurdo, que se presenta en el padre, del cuento El hijo, es especialmente acertado, porque considera como suya una filosofía de la tragedia. Esto significa afirmar que detrás de su pensamiento hay una conciencia trágica que lo produce. La conciencia de tal desacuerdo es lo que impregna su filosofía, que es de un profundo pesimismo, porque le lleva a la conclusión que el mundo es esencialmente lucha entre realidades irreconciliables, imposibilidad esencial de que el hombre vea cumplidos sus  deseos, inutilidad de todos sus esfuerzos. 
Por todo ello, parece superficial la característica que se hace del personaje antes mencionado, acerca de que es irracionalista o pesimista sin más. No se trata en él  de una actitud nacida de la negrura de su carácter, ni es su filosofía la extrapolación de un talante agrio y destructivo o al menos no es sólo eso. Estas apreciaciones psicológicas suelen ser con frecuencia compañeras de conclusiones triviales. Es posible encontrarse ante algo de mayor calado, pues la conciencia trágica es antes que nada eso, voluntad de definir y de expresar aquello que se ha llegado a ver y contemplar. En este caso, es la profunda contradicción que hay entre las dos realidades que llenan el mundo: la voluntad y el conocimiento. La imposible reconciliación entre ambas, su antagonismo esencial y definitivo. 
Por consiguiente, lo trágico es comprender que la voluntad es afirmación del deseo de vivir y que el conocimiento es constante de la muerte. Además, lo trágico es que la voluntad también se halla en contradicción consigo misma, en cuanto que se manifiesta en individuos a los que no puede tener en cuenta; lo trágico, en fin, se muestra en la vida ética cuando el sujeto humano descubre que la vida no tiene un sentido preestablecido y que la historia es un tejido de contrasentidos, protagonizada por el absurdo y la muerte.                                                                                          
El pensamiento del padre en El hijo, es una filosofía de la tragedia porque también son funestas, la única salida posible a esa situación. La escisión radical entre la vida y la conciencia sólo permite que el hombre pueda llegar a convertirse en espectador impasible de una desgracia o infortunio de la que es, a pesar suyo, actor. La acción y la contemplación son definitivamente enemigas en un mundo en el que querer y conocer son fines enfrentados. La historia se convierte así en una farsa tragicómica. Trágica vista en su conjunto y cómica vista en (lo) particular. “El hijo” de Quiroga, el muchacho de trece años se despide después de las recomendaciones y de la orden de volver a la hora de almorzar de su padre, para partir a cazar. Al rato, suena un disparo, el padre piensa que su muchacho ha matado por lo menos dos palomas, sin embargo continúa su tarea. Más tarde se da cuenta que son las doce y no ha llegado el hijo. El progenitor pensando que su hijo no demorará, decide esperarlo más tiempo. A las doce y media el hombre sale a buscar al muchacho, cavilando que ha ocurrido algo malo, imaginando cosas, entra al monte, recorre las sendas de caza y alucina con que encuentra a su hijo y regresan juntos a casa ya siendo casi las tres, pero en realidad el pequeñuelo yace muerto, el chico ha fallecido al no tener cuidado al cruzar el alambrado con la escopeta en la mano. Por consiguiente, al individuo sólo le queda la posibilidad de reconocer y aceptar la realidad para no extrañarse de sí mismo.  Por ende, lo único sensato que le cabría hacer es abrir los ojos y reconocer que el verdadero destino de la existencia humana es el dolor y que no se puede eludir: “…se entra en el mundo con lágrimas; el curso de la existencia es trágico la más de las veces, y su término más todavía”.
Lo trágico de la muerte en El hijo no es solamente que ésta haga manifiesta la miseria del yo, sino también que revele el carácter indestructible de la voluntad, mostrando que la existencia es una eterna rueda que gira sin cesar y en la cual se da una infinita repetición de lo mismo. Todo lo que ha sido, todo lo que ha vivido y querido, se repetirá por los siglos de los siglos. El individuo se descubre como manifestación de una voluntad de vivir que no le tiene en cuenta como tal y, por tanto, a la que tiene que negar. Pero negarla es otra forma de morir; consciente y lenta. He ahí la situación trágica por excelencia: se haga lo que se haga, se labra su propio infortunio.                             
Además, la imagen mental constituye el producto de una actividad de representación, y no una simple réplica de lo real. La mayor parte de los estudios han versado sobre alucinaciones en los que están perturbados por problemas mentales, producto del dolor. Esto es lo que se pasará a analizar en el cuento El hijo de Horacio Quiroga.                                                                                                   
En El hijo, se recurre a varios recursos para lograr esta transición. No es unívoca, pues el narrador extradiegético juega con la idea que se va formando el lector, conforme avanza el texto y pasa de la realidad a la fantasía una y otra vez. Para empezar, la enumeración que se repite idéntica y que caracteriza el ambiente físico del cuento, crea en el lector la idea de febrilidad y por lo tanto permite fácilmente el paso al concepto de la alucinación. Por otro lado, hay un trastrueque entre la figura del padre y la del hijo. El primero adquiere una actitud pasiva, mientras el segundo, una posición activa reafirmada por el símbolo de poder de la escopeta. Además, el hecho de que el hijo tenga ojos azules, supone una claridad en sus intenciones, reafirmada por el sema de la inocencia, y que también va a permitir el paso de lo real a lo fantástico sin mayor violencia hacia el lector.               
Por consiguiente, el uso de las distintas variantes de "alucinación" prefigura el final del cuento, así como las constantes reticencias del narrador, que habrán de terminar en una mayor cuya marca textual es exagerada, para acentuar el efecto. También, el hecho de que no necesite ver con los ojos al hijo, sino en su mente, para saber que ha salido de la casa; permite colegir que todo está sucediendo en ésta y no en la realidad sensible. Otra consecuencia que introduce indirectamente el tema de la muerte en el “vital” día de verano con la pena, la soledad producto de la temprana viudez del padre. Los pensamientos de este progenitor van cambiando a lo largo del cuento, los campos semánticos que abrió al principio se cierran y se abren los opuestos. Al responder, con otra reticencia que anuncia la mayor que habrá de venir después, por ejemplo: el hijo que no mató ninguna garza y aunque se escuchó el disparo; en el cuento esta acción adquiere toda la lógica interna que se requería.
Tras la presentación de una situación y la relación padre-hijo en un ambiente realista durante unos cuantos párrafos, se percibe la fantasía del padre. “Ya en plena dicha y paz, ese padre ha sufrido con la alucinación de su hijo rodando con la frente abierta”. También, lo imaginaba lleno de sangre mientras el hijo trabajaba a su lado en el taller y lo presintió muerto cuando tardó en el monte y fue en su busca. Y entonces “… en cada rincón sombrío de bosque ve centelleos de alambre, y al pie de un poste, con la escopeta descargada al lado ve a su… (…) --Chiquito… ¡Mi hijo!”. El final impacta también, por la clara descripción del padre que tras enfrentar la tragedia, él tiene la fantasía de recuperar a su hijo e inicia un trágico regreso con él, inexistente, a su lado. “Sonríe de alucinada felicidad. Pues ese padre va solo”.
Además, las fantasías del padre o mejor dicho sus alucinaciones; quien ya había sufrido la pérdida de su esposa, situación que tal vez lo haya marcado de tal manera que lo lleva a tener dos tipos de alucinaciones o más bien un estado premonitorio acerca de la pérdida de lo único que le va quedando, su hijo. Por otra parte, una alucinación como huida al dolor al ver el cuerpo de su hijo tendido entre el alambrado: “(…) al pie de un poste y con las piernas en alto, enredadas en el alambre de púa, su hijo bien amado yace al sol, muerto desde las diez de la mañana”. Por lo tanto, dos tipos de alucinación en el padre: la premonitoria y la sustitutiva, es decir, suplir la realidad que está observando por otra idealizada o sublimizada. También hay alucinaciones más rutinarias y menos violentas, como las que el padre tiene sobre la cotidianidad. Por ejemplo: cuando "ve" en su mente las acciones de su hijo.

Patricia Carrasco

José Fernández un poeta finisecular y un héroe decadente en conflicto con la sociedad burguesa en "De sobremesa" de José Asunción Silva


José Fernández Andrade, personaje De sobremesa, es el poeta prototipo del modernismo y de hecho representa al artista finisecular en conflicto con la sociedad burguesa, que lo desprecia como intelectual y que lo obliga a transgredir las normas de la mayoría, pero en la que irónicamente se ve obligado a vivir como un ciudadano burgués (Gómez, XX). En la descripción de la casa natal de Fernández, en Colombia, donde el lujo de la decoración: las cristalerías, las porcelanas china, las alfombras y los tapices aterciopelados se combinan con la presencia de reproducciones: "…destacándose del fondo oscuro del lienzo, limitado por el oro de un marco florentino, sonreía con expresión bonachona, la cabeza de un burgomaestre flamenco, copiada de Rembrandt."(Silva, 109). Tal es así que en el marco inicial de la novela, rodeado de sus amigos, Fernández confiesa el principio creativo de su obra poética, la asimilación y la emulación:
(...) de un lluvioso otoño pasado en el campo leyendo a Leopardi y a Antero de Quental, salió la serie de sonetos que llamé después Las almas muertas; en los Días diáfanos cualquier lector inteligente adivina la influencia de los místicos españoles del siglo XVI , y mi obra maestra, los tales Poemas de la carne, que forman parte de los Cantos del más allá, que me han valido la admiración de los críticos de tres al cuarto, y cuatro o seis imitadores grotescos, ¿qué otra cosa son sino una tentativa mediocre para decir en nuestro idioma las sensaciones enfermizas y los sentimientos complicados que en formas perfectas expresaron en los suyos Baudelaire y Rosseti, Verlaine y Swinburne?... (Silva, 113).
Si bien la cita parece contraponer dos valoraciones del principio de la reproducción, habría un servilismo ecoico, el de los “imitadores grotescos” y una imitación selectiva y asimilativa. Sin embargo, la imitación en la novela de Silva parece acentuar la pérdida,  resumida en el sintagma “tentativa mediocre” (Silva, 113), pérdida que se asienta en una dificultad lingüística, en la incapacidad de la traducción: “…para decir en nuestro idioma las sensaciones enfermizas y los sentimientos complicados…” (Silva, 113) la sensibilidad simbolista[1] y decadentista[2]. Entonces, se podrá decir que José Fernández es una réplica latinoamericana del héroe decadente, porque para él la sensibilidad exacerbada del artista, el sentimiento de tedio, la abulia, la pasividad y los estados alucinatorios mediante el uso de drogas, la búsqueda de lo artificial, el misticismo mezclado con el erotismo y los desvíos sexuales como la necrofilia, exhiben también los límites de la asimilación. Mediante las continuas alusiones y reflexiones sobre la copia, la máscara, la pose, la teatralidad y la intertextualidad; De sobremesa expone de manera autorreferencial los modos de apropiación de las estéticas europeas finiseculares y señala a través  de las imágenes del acopio, de la biblioteca atiborrada y del museo, los riesgos que entraña la saturación.
Por consiguiente, el Decadentismo literario y el moral consisten en el “refinamiento de un espíritu que huye de los lugares comunes y erige a “dios” de sus altares en un ideal estético que la multitud no percibe”, pero que Fernández distingue con una videncia moral, con un poder para sentir lo suprasensible. 
La escena de la novela se abre y se cierra con la lectura del diario. En el mismo lugar comienza y termina, en donde se lleva a cabo la sobremesa que por cierto da nombre a la novela. Un lugar al que se le da una especial idealización al inicio de la lectura, es decir, un ambiente apropiado para el desarrollo de los acontecimientos que en el diario están inscritos y listos para ser escuchados por aquellos amigos. Una reunión al estilo ceremonial para unos pocos elegidos, sus amigos, la cual se construye como un relato que funciona especialmente para delimitar la extensión narrativa del diario de José Fernández. La descripción que se hace del salón, de acuerdo al modo típico de la escritura de los modernistas, casi un boudoir decorado con espesos cortinados, iluminado apenas por la luz tenue de las velas. Fernández y sus amigos gozan allí ociosamente y con un matiz sensual, de los aromas entremezclados de cigarros importados, de las exquisitas bebidas alcohólicas, del café y el té de los más lejanos y exóticos países. Todas estas sensaciones hacen que José quede inmerso en el saloncito íntimo, dejando fuera cualquier vestigio del mundo real.
Patricia Carrasco


[1] El nuevo símbolo es un misterio, un arcano indescifrable; es lo esotérico llevado a sus últimos límites; es el arte de dar a adivinar al lector los más oscuros enigmas, y ello, tanto en el ocultismo mágico de los pensamientos, como en la quinta esencia de las palabras y los giros del lenguaje (Monroy, 8).

[2] Max Nordau y Paulhan explican los orígenes del “decadentismo” que se llama el nuevo “misticismo” y Pompeyo Gener  que concreta más la idea en su libro “Literatura Malsanas” al afirmar que: “el fin de esta literatura poética no es el de expresar ideas, sino ciertos estados generales, vagos e indefinibles de la sensibilidad (Monroy, 7).