lunes, 9 de septiembre de 2013

Los hilos del poder en: "La sombra del caudillo" de M. L. Guzmán

En la novela La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán, se desenmascara la corrupción de los altos poderes y se descubre la pasión por los gobiernos absolutistas, los que deseaban la decadencia partidista de quienes se encontraban sometidos. La novela entrega una visión de la tiranía gubernamental que afectó a México en la etapa posterior a la revolución. Asimismo, se desarrolla una temática respecto a los grupos privilegiados que manejaban el país. La línea narrativa expresada a través de los personajes, delata literalmente las maquinaciones subversivas de la alta política.
Por consiguiente, se presenta al caudillo como un mandatario y hombre de armas opresivo, sólo aparece dos veces a lo largo de la novela, sin embargo, se puede percibir la influencia de su poder en la red personal de informantes que actúan como una extensión de sus ojos, reportándole cualquier actividad sospechosa que pueda amenazar su autoritarismo. Tal es así, que cuando se entera que Aguirre, el héroe de la novela, intenta incorporar los ideales democratizadores de la Revolución Mexicana, y que también tiene ambiciones de ser presidente; da la orden de matarlo. Otro personaje clave de la novela es Axkaná; un letrado que promueve un discurso filosófico sobre los ideales democráticos, pero que tiene que exiliarse después de la muerte de su amigo Aguirre. Además, “El caudillo tenía unos soberbios ojos de tigre, ojos cuyos reflejos dorados hacían juego con el desorden, algo tempestuoso, de su bigote gris” (Guzmán, 54). Este personaje no pretende postularse para una reelección presidencial: simplemente es el mandatario que apoya la candidatura de Hilario Jiménez, sin otra intención que la búsqueda de su propio beneficio político y económico. También, como una forma de consolidar su estatus, ya que aunque no decida por el momento impulsar su re-postulación, el caudillo seguirá moviendo los hilos del poder, aun cuando la cara visible sea otra. Queda de manifiesto que este presidente represivo no tolera ningún movimiento político o social que pueda amenazar su control total de poder. 
En las afueras de Toluca, en un lugar del camino, el General Aguirre es asesinado para limpiarle la carrera a la presidencia a Jiménez. El final es desalentador, ya que el dictador sigue haciendo un uso pleno del poder, mientras que el héroe muere. En consecuencia, la novela muestra una extraordinaria manipulación del poder, concentrado en las manos de un solo hombre; el presidente. Es evidente cómo el dictador se esfuerza por controlar todo, situación que se hace patente al observar el comportamiento de los políticos militares: “…doblez y les consentía jugar, hasta el último instante, con una y otra posibilidad. Los más de ellos engañaban, de hecho o en apariencia, a los dos bandos: permanecían semiocultos en la sombra, se mostraban turbios, vacilantes, sospechosos” (Guzmán, 52).    
En La sombra del caudillo, se encuentra el contrapunto entre el paisaje y las palabras de los actores principales; un narrador objetivo, clásico y aparentemente imparcial, respecto a la voz omnisciente que toma la palabra hasta los últimos capítulos. Se relata desde la cúspide misma del poder, aquellas acciones determinantes que afectan a los personajes más idóneos: ministros de la guerra y del interior; diputados, ex secretarios y correligionarios de la misma facción política. Se postulan entonces y siempre con la influencia del caudillo desde la sombra, las nuevas reglas del juego para que los participantes reciban sus ganancias y para que no sean expulsados del seno mismo del poder representado por la “nueva familia revolucionaria”.                                        
Por consiguiente, el caudillo sigue una senda que se intersecta con la crueldad y la violencia, propia de un dictador calculador y “maquiavélico”. Las modificaciones del hecho histórico, crean a través del argumento de la novela de Guzmán, un esquema en que el ideal de la revolución se pierde en medio de los asesinatos cometidos por los políticos militares, quienes profesan en lugar del idealismo, el principio de “asesinar” a los enemigos para evitar la disidencia, aunque cuando en realidad, más que la intención de limpiarse el camino, lo que buscan es radicalizar  cada vez más la opresión de sus opositores, quienes a su vez reverencian cada acto sin ningún deseo de emancipación, por la cobardía que les provoca el miedo a ser aniquilados por el poder político-militar.  De esta forma un complot político que puede pasar inadvertido en la historia oficial, se transforma mediante la ficcionalización parcial, en un caso especial que permite denunciar la “verdadera” situación política del gobierno revolucionario. Por lo tanto, se puede considerar este método como la típica novelística del Realismo, por medio del cual los elementos ficticios se hacen cada vez más verdaderos. Es decir, más ilustrativo en relación con el acontecimiento histórico que sirvió como punto de partida para El caudillo.  
También, el narrador presenta las características del coronel Aguirre que tienen matices de fatalismo y que lo atan a un destino prefijado, por ejemplo:
“…ocurría como si en el drama profundo que estaba desarrollándose los personajes no obraran de propia iniciativa —obedientes a sus impulsos, su interés—, su carácter, sino que sólo siguieran, simples actores, los papeles trazados para ellos por la fuerza anónima y multitudinaria.  Los obligaba ésta, desde la sombra a aprender su parte, a ensayarla, a realizarla. (Guzmán, 54). 

Patricia Carrasco

No hay comentarios.:

Publicar un comentario